La diversidad hace
referencia a la abundancia de cosas distintas, la variedad y la
diferencia. La lingüística, por
su parte, es aquello
perteneciente o relativo al lenguaje
(el sistema de comunicación
que nos permite abstraer y comunicar conceptos) o la lengua (el sistema de
comunicación verbal propio de los seres humanos).
La diversidad lingüística, por lo tanto, está relacionada con la existencia y convivencia de distintas lenguas. El concepto defiende el respeto por todos los idiomas y promueve la preservación de aquéllos que se encuentran en riesgo de extinción ante la falta de hablantes.
Una lengua desaparece cuando muere el último integrante del grupo social que la habla. Cuando esto ocurre, falla la transmisión intergeneracional a través de la cual los mayores enseñan la lengua materna a sus hijos.
La desaparición de la lengua implica una pérdida
importantísima e irrecuperable de conocimientos. No debemos olvidar que las culturas encuentran en la lengua su
principal vehículo de
expresión; cuando una lengua deja de existir, por lo tanto, la cultura en
cuestión sufre el riesgo de correr la misma suerte, y por eso la diversidad
lingüística es tan relevante.
Se estima que hay más de 6.000 lenguas en el mundo. Oceanía es el continente con mayor diversidad lingüística ya que existen numerosos grupos aborígenes que defienden su lengua nativa. En otras regiones del mundo, en cambio, es más común que una lengua dominante se imponga sobre el resto. Ese es el caso, por ejemplo, de Estados Unidos de América, donde el inglés llevó a la desaparición de las lenguas de la mayoría de los pobladores nativos.
El camino hacia la extinción de una lengua comienza mucho antes de la desaparición de un pueblo, y en muchos casos es responsabilidad del mismo. Cuando se trata de un dialecto o un idioma no reconocido como tal por el país en el cual se habla, puede suceder que, por distintas cuestiones históricas y políticas, sus hablantes se sientan inhibidos de alguna forma por el resto de la población y que no defiendan su propia cultura con toda la fuerza necesaria para mantenerla con vida.
Se sabe que los seres humanos somos reacios al cambio y a
todo lo que no conocemos, pero también es cierto que incluso los seres más
duros y cerrados son capaces de abrirse y avanzar, dadas las
condiciones adecuadas y el esfuerzo necesario. La perseverancia es la
clave de cualquier revolución que pretenda dejar huella en sus participantes;
esto no significa que baste con inmovilizarse en una postura y esperar la
aceptación ajena, pero sí se refiere a que es gracias a la paciencia y la
persistencia que se consigue modificar la estructura mental
de las personas.
Sin entrar en casos puntuales, existen numerosas regiones
en todo el mundo donde se conservan lenguas, generalmente consideradas
dialectos, que han trascendido a lo largo de muchas décadas, y resulta
contradictorio notar que en algunas de estas poblaciones se dan dos fenómenos
que atentan contra su propia cultura: cada generación cuenta con menos personas
que aprenden su idioma, y quienes lo hacen suelen temer usarlo frente a individuos
que no lo hablan, optando por utilizar la lengua principal del país.
En
una época en la que la tecnología nos ofrece la oportunidad de acceder a la
información sin fronteras, los seres humanos parecemos aprovecharla para
esforzarnos menos y encerrarnos aún más en nuestros pequeños mundos, con
nuestros amigos, con nuestras costumbres, con nuestro idioma; una herramienta
que debería ayudarnos a acercarnos a los demás y a mirar más allá de los estereotipos.