EL TEXTO DIALÓGICO.
1.-
DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS.
La
función del diálogo se identifica con lo que Vigotsky señaló para
el lenguaje: el diálogo se define, funcionalmente, como una
estrategia de comunicación entre dos personas que comparten la misma
situación comunicativa, es decir, estén presentes en las mismas
coordenadas espacio-temporales.
Además,
en el monólogo, donde emisor y receptor coinciden, el diálogo nos
sirve para conceptualizar el mundo e interiorizar nuestras
actuaciones sobre él. También es necesario para demandar
información y contactar con otros interlocutores. De este modo, el
lenguaje, según Vigotsky, se hizo esencialmente a partir del diálogo
no sólo en la filógenesis sino también en la ontogénesis.
El
diálogo, por tanto, es un bucle del sistema de comunicación, por el
que un emisor cifra un mensaje que descifra el receptor, que, a su
vez, pasa a ser nuevo emisor que se dirige al antiguo emisor, ahora
receptor suyo. Es, así, una sucesión de intercambios verbales cuyos
significados se valen de los anteriores.
2.-
Estrategias principales.
Tannen
agrupa las características de los textos dialogados en los
siguientes apartados: las que trabajan con la forma y las que lo
hacen con el significado.
2.1.-
Estrategias propias de la forma.
- El ritmo conversacional se marca de un modo más rico que en el código escrito mediante las entonaciones y el modo de recalcar la modalidad del hablante,. O actitud respecto de lo que enuncia.
- Así, la repetición reitera elementos variados con fines expresivos, por ejemplo morfemas: Es superinteligente y superlisto; u oraciones: Te equivocas, te equivocas,...
- Las figuras de estilo se valen fundamentalmente también de la repetición, por ejemplo, de tipo anafórica: -¡Ven ahora mismo! - Ahora no me viene bien, ahora tengo trabajo; epifórica - ¿Cómo se lo puedo decir? - Pues pronto, díselo pronto. La repetición, según Tannen, facilita la producción y la planificación del discurso en todo su ámbito pragmático y cohesivo, como luego veremos.
2.2.-
Estrategias propias del contenido.
- La indirectividad sirve para afirmar las cosas de un modo indirecto, demandando del recptor una mayor colaboración comunicativa, como en la lítote, No es inexistente la felicidad, o en la antífrasis, ¡No es listo! También se puede comunicar por alusión
- En el diálogo reportado el emisor cita las palabras de otras personas o de sí mismo como si fuera otra, ya sea de modo directo: - Allí estaba yo en esa situación: “¿qué hago, qué hago?”; o indirecto - Y me dice que si la he visto. En la oralidad la ausencia de signos de puntuación se señalan con pausas, cambios de entonación,...
3.-
Estructuras textuales.
Atkinson y Heritage afirman que, cuando
queremos analizar las conversaciones, tendremos que preferir las
secuencias completas de emisiones de habla por turnos antes que las
oraciones o frases aisladas. Ello se debe a que un diálogo es
también una estructura: una emisión recibe un valor significativo
dependiendo de las emisiones que le precedan y de las que le sigan,
además de la suya propia.
El
intercambio es la unidad mínima dialógica, en él suele haber unas
secuencias de apertura y cierre, con una función generalmente
fática, muy marcadas por la norma: -
Perdone, sabe dónde queda el teatro.
- Claro:
siga todo recto. Siempre recto. ¿De acuerdo?
A su vez el intercambio se puede
descomponer en intervenciones, que no pueden aparecer solas en cuanto
no formarían un intercambio. El intercambio del ejemplo anterior se
compondría, así, de dos intervenciones.
Del
mismo modo, cada intervención puede bifurcarse en dos elementos: el
constituyente director y uno o más subordinados. Aquél es el acto
de habla que da sentido a la intervención, por tanto, no se puede
suprimir; mientras, el constituyente subordinado apoya, justifica,
explica y/o argumenta al director: ¿No
quieres venir al cine esta noche? [constituyente
director]
Ya sé que llevas dos meses sin salir;[constituyente
subordinado1] y
eso no es bueno
[constituyente subordinado2]. La intervención que marca la intención
básica se llama intervención-iniciativa y es ella la que suele
marcar el constituyente director: petición de información, excusa,
oferta, invitación,... Si la intervención-iniciativa no está al
principio estaremos ante un rodeo: - Has
cobrado ¿no?
-Sí
- No
me negarás que has cobrado mucho
- No
- Déjame
mil pesetas, anda.
Nos
es útil, por otra parte, la caracterización de los diálogos
cotidianos realizado por Van Dijk. Todo diálogo, según él, tiene
los siguientes términos: apertura y preparación, orientación,
objeto de la converación, conclusión y final. En la apertura y el
final incluye los saludos y las despedidas. La orientación apunta el
tema de la conversación, preparando a los interlocutores para que
tomen posiciones. El núcleo lo marca el objeto de la conversación.
Finalmente la conclusión cierra el tema y permite la transición
hacia otra cuestión.
4.-
Estructuras gramaticales. Cohesión y coherencia textuales.
En los diálogos podemos encontrar,
ciertamente, todo tipo de estructuras, sin embargo es verdad que la
conversación más arquetípica intercala predominante petición y
satisfación de información. En este sentido, abundan las oraciones
interrogativas.
En cuanto en la mayoría de las
ocasiones la conversación se transmite mediante el canal oral, ésta
tiene muchas características propias de la oralidad:
- Predominio de la parataxis y la elipsis: - Ella, nada. Aquí la estoy convenciendo.
- Frases inacabadas y anacolúticas: - Es que a mí no me... es una persona muy arisca.
- Expresiones en función fática que refuerzan la petición de información o su corroboración: ¿verdad?, ¿no?, ¿a que sí?,...
- Marcadores conversacionales: Quiero decir, es decir,...
- Hay elementos, como las conjunciones, que no son meros enlaces con funcionalidad sintáctica, sino que expresan transiciones y conexiones mentales relacionando la oración en que se hallan con el sentido general de lo que se viene diciendo: No me hacen caso. Y no es que yo no se lo haya advertido. Otras veces hacen referencia al contexto extralingüístico: así, por cierto, señala una intención comunicativa pragmática de, por así decir, romper el hielo: Por cierto, he perdido los cupones premiados. A ellos se les ha llamado enlaces oracionales, o partículas, que nosotros llamaremos marcadores de función transoracional. El hecho de que su funcionalidad sintáctica sea mínima en comparación con su rendimiento pragmático y retórico queda de manifiesto en que en ocasiones se puedan elidir: No me hacen caso. No es que yo no se lo haya advertido o He perdido los cupones premiados. En el diálogo marcan de modo importante el desarrollo argumentativo del discurso. Algunas de ellos pueden ser:
- Asentimiento y corroboración: En efecto, Juan es mi hermano.
- Causalidad: Entonces, ¿no vienes?
- Cierre discursivo: En fin, iré.
- Conclusión: A fin de cuentas, Juan es así.
- Intensificación: Iré. Más aún, encabezaré la operación.
- Transición: Por otra parte, Juan es mi amigo.
- Aclaración: O sea, que es una persona agradable ¿no?
- Si entendemos que todo acto de habla, y, por tanto, todo diálogo se sustenta en un marco contextual, convendremos en que siempre se realizan en una situación comunicativa que comparten emisor y receptor. La deíxis es por tanto la relación de indicación que mantienen los elementos lingüísticos con en el entorno espacio-temporal que, en última instancia, remite al del emisor. Tal deíxis puede ser espacial, temporal y personal.
Los
deícticos espaciales marcan el tiempo en relación con el aquí
del emisor: los adverbios, ahí,
allí,...;
los demostrativos: este,
ese,
aquel,...;
... Los temporales indica el tiempo respecto del ahora
del emisor: los adverbios: mañana,...;
los tiempos verbales: diré,...;...
La deíxis personal se refiere, fundamentalmente, a los pronombres
personales, cuyos referentes dependen del emisor, incluyéndose aquí
la deíxis social, es decir, la referida al tratamiento, que marca la
posición del emisor respecto a los otros: Yo,
tú,
usted,...
En
cuanto a la coherencia de un texto dialógico, ésta viene dada por
la progresión temática, que en la cotidianidad se marca a través
de lo que llamábamos constituyente director. El hilo temático de la
conversación puede reestructurarse de varias maneras, todas ellas
presididas por el carácter espontáneo de la misma. Es este rasgo,
el de la espontaneidad, el que hace que no podamos marcar unas
estructuras de progresión temática para el texto; ahora bien,
podemos decir que el paso de un tema a otro lo marca lo que hemos
señalado como conclusión
en la terminología de Van Dijk.
5.- Rasgos pragmáticos.
Para
Roulet, los textos dialógicos cumplen una función primordial, la de
poner en contacto a personas por diferentes motivos: por eso denomina
función interactiva la que determina pragmáticamente le acto
dialógico. Esta función, a su vez, puede ser de dos tipos: la
ritual es lo que situaba Van Dick como de aperturas y cierre, muy
fosilizadas por la norma: Una
cosa...;
Mira,
...La
mayor diferencia social o el menor el conocimiento mutuo de los
interlocutores mayor será la necesidad de introducir elementos
introductores marcados socialmente. Lo mismo ocurrirá cuanto mayor
sea el rodeo que se tenga que realizar antes de emitir el
constituyente directivo, o la verdadera intención comunicativa del
emisor.
La función interactiva argumentativa
es la que se asocia con los constituyentes subordinados, es decir, la
que se orienta a la justificación, explicación e incluso refuta el
tema del diálogo. De ahí que el texto dialógico haya sido
primordial en la historia del pensamiento: desde los diálogos
platónicos hasta los debates actuales. De hecho, Austin, definió al
diálogo como una serie de secuencias donde existe un acto ilocutivo
del emisor que produce un acto perlocutivo en el receptor, que es,
como mínimo, hacerlo hablar y, como máximo, hacer que renueve su
concepción del mundo.
En este sentido, Grice otorga al texto
un principio cooperativo por el que los interlocutores, si desean que
sus intervenciones tengan éxito, han de actuar siguiendo cuatro
máximas:
- Cantidad: cada emisor ofrece toda la información referente a un tema.
- Calidad: hace que se emita la verdad o lo que se tiene por tal.
- Pertinencia: un emisor interviene de acuerdo con la pertinencia del contexto
- Manera: la emisión ha de ser clara, breve y ordenada.
Evidentemente,
estas máximas pueden vulnerarse si la intención comunicativa
pretende que el emisor conozca no el tema del todo, o lo conozca mal,
como en las exageraciones, las mentiras,... Según Sperber, las
cuatro máximas de Grice pueden reducirse a la de pertinencia: el
receptor del mensaje parte, para su interpretación, de un a priori:
todo enunciado es pertinente, aporta algo que modifica los esquemas
mentales anteriores del receptor. Cualquier mensaje tiene que ser
relevante en la ocasión que se emite y tiene que ser pertinente
respecto al propósito y el tema del diálogo. La pertinencia viene
dada por el conocimiento del mundo de los interlocutores: si pregunto
en una estación por el tren para El Puerto el taquillero me
responderá, por ejemplo: - A
las 10:48, un cercanías;
en cuanto el conocimiento que tiene de su oficio le dista que es ésa
la información demandada.
Por
otro lado, si entendemos que todo diálogo se sustenta en una
situación comunicativa, convendremos en que siempre se realizan en
un marco contextual que comparten emisor y receptor. Con todo, hemos
de advertir que las barreras temporales pueden romperse a veces sin
que se anule la comunicación, como en la correspondencia epistolar,
y que lo mismo puede ocurrir con las espaciales, como en las
videoconferencias, por ejemplo; en estos casos la comunicación no
lingüística, los gestos especialmente, se sustituyen por los signos
de puntuación y las entonaciones, por lo que la riqueza de la
oralidad se ve algo mermada. Así, algunas emisiones sólo son
posibles en la oralidad: una antífrasis como
¡Qué listo es!
tiene un índice de frecuencia menor en lo escrito por su íntima
relación con la entonación.
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