La alta edad media peninsular, estuvo liderada, desde la incursión del bereber Tarik, en el año 711, y el triunfo en la Batalla del Guadalete, por la penetración, arraigo y dominio de la civilización musulmana. En unos pocos años, la península ibérica había sido conquistada en casi su totalidad, a excepción de los abruptos territorios norteños al otro lado de la cordillera cantábrica. El franco Carlos Martel, frenó en el 732 lo que podría haber sido la islamización de la Galia, el territorio de Carlomagno, la Francia de la actualidad.
Pero siguiendo la dinámica evolución política de Al-Ándalus, con los diferentes estadios, como el emirato dependiente de Damasco (716-756), el emirato omeya independiente con Abderramán I (756-929), el califato de Córdoba (929-1031) con el poderoso Abderramán III o la dictadura de Almanzor, los Reinos de Taifas (1031-1086), los almorávides (1086-1147) y los almohades (1147-1232), unido al reino nasrí de Granada (1232-1492), dan como resultado casi ocho siglos de irradiación cultural, artística, social y de mestizaje, y estructuras organizativas de la economía agrícola y de la vida rural, que perdurarán para siempre en el interior de la península ibérica.
Tras la firma por Boabdil el Chico de las capitulaciones de Granada, en noviembre de 1491, el día 2 de enero de 1492, hacían su entrada triunfal en loor de multitudes los ejércitos cristianos en la ciudad de Granada, al tiempo que el último monarca musulmán de la península abandonaba para siempre la Alhambra, recluyéndose en los feudos de la Alpujarra concedidos por los Reyes Católicos, en Laujar de Andarax, Santa Fé de Mondújar y Berja, entre otros territorios.
La huída de Boabdil hacia la ciudad de Fez, a través del puerto de Adra, no comportó el abandono peninsular de la población musulmana, que se incardinó en las Alpujarras, hasta que el amplio malestar de los moriscos, por el incumplimiento de los tratados de Granada, unido a la Pragmática Sanción de 1567 de Felipe II, de obligar a la población morisca a vestir al estilo castellano, entre otras cuestiones, darían al traste con la famosa rebelión de las Alpujarras, protagonizando aquellas navidades de sangre de 1568, liderada por Aben Humeya, el famoso Hernando de Córdova y Valor.
Tras esta guerra, los moriscos fueron dispersados por Castilla, hasta que en el año de gracia de 1609, Felipe III, decretaría, el edicto de expulsión definitiva.
Más allá del tiempo y de los casi nueve siglos de presencia islámica en la península, España debe un rico legado a los árabes y bereberes, pueblos que profesaban otra religión, la del profeta Mahoma y Alá, pero que a la postre vinieron a formar la raíz profunda de la España actual, pues nunca otro pueblo, nunca otra civilización luchó con todas sus ansias durante más tiempo que el pueblo islámico por este territorio.
Francisco Jesús Martín Milán, profesor de Geografía e Historia del IES CARMEN DE BURGOS (Huércal de Almería).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios siempre son moderados por los administradores de Nuestro Blog....