Manolo Garvayo |
Debemos
recordarlo porque durante mucho tiempo esta auténtica masacre de la población fue
silenciada, como si en el mapa del recuerdo ellas y ellos no hubieran existido,
no hubieran padecido, como si fuera un mal sueño, pesadilla de ojos cerrados, de
la que deseas salir porque no te queda aliento, donde solo quieres olvidos sin penas.
Sin embargo es
real, pesadilla de ojos abiertos, sangre, sudor y lágrimas, de unos ojos que
miran con miedo hacia poniente.
Málaga oscurecida
y en llamas.
Y que se abren a
la esperanza de levante.
Almería días de
Sol.
Esos mismos ojos
que buscan la miel compañera, niños
perdidos, madres de tierno consuelo, padres que te arremolinan el cabello, abuelos que cuentan todas las historias, hermanos que
miran tus palabras, amigos que saben escuchar hasta el último de los silencios,.
La realidad de
aquellos días siempre resulta más terrible de lo que pudiéramos imaginar.
El 7 de febrero de
1937, más de cien mil personas huyeron de una Málaga a punto de ser tomada por
los sublevados contra la II República.
De ellos cinco mil,
quizás más, no volverían a ver nunca más el fulgor que relucía en sus vidas.
En el horizonte,
cielo y mar mortíferamente unidos contra ellos, el viento cargado de odio
tomaba sus vidas; su miedo y desesperación sólo era acompañado por las lágrimas de las olas en una carretera
cubierta de dolor hacia un destino desconocido.
Recuerdo eterno, quizás no quepan más penas, pero nunca olvido.
Soledad de Málaga Emilio Prados
Ay dolor, dolor del viento,
dolor del cielo y el agua,
dolor de espigas tronchadas!
Soledad: ¿adónde llevas
la sombra de mis pisadas?
dolor del cielo y el agua,
dolor de espigas tronchadas!
Soledad: ¿adónde llevas
la sombra de mis pisadas?
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