Los árboles tienen un alto valor, no sólo ecológico, sino también estético, acompañando en multitud de ocasiones jardines de ensueño en reinos ya de sueño... de ojos abiertos... y cerrados.
Traemos a nuestras páginas uno cualquiera, el eucalipto... este es un árbol originario de Australia, no es propia de estos lugares, aunque su fuero ornamental forma parte muy importante de nuestra mirada diaria.
Desde un punto de vista ecológico, se caracteriza por ser un árbol de poderoso crecimiento a expensas de un enorme, quizás desmesurado, consumo de la vital agua.
Sin embargo tiene aplicaciones terapéuticas, sanadoras, ya que a partir de la recolección de sus hojas, y tras el necesario tratamiento de las mismas, se obtiene una infusión que proporciona beneficios en las enfermedades del aparato respiratorio, tales como la bronquitis, asma, etc ... todo ello con las debidas indicaciones médicas, evitando, como es lógico, la automedicación.
En el siguiente enlace encontraréis más información: EUCALIPTO
La tala indiscriminada de árboles, salvo para evitar males mayores, no puede desarmar eso precisamente... nuestra memoria de los árboles.
Enya compuso "The Memory Of The Trees" (La memoria de los árboles) en 1.995, a manera de musicado homenaje sobre la importancia no sólo ecológica, sino también para darle valor añadido a la belleza estética de los bosques, que con todo su encanto, magia y nostalgia (a partes cuasi iguales), albergan en su memoria muchas andaduras...
Ramas, hojas, tallos y frutos... son testigos del tiempo, que a manera de monólogos o diálogos, o los más sinceros soliloquios... o calladas quietudes, o inquietudes, recorre el sendero de nuestra vida...
Otras veces el silencio de los bosques, solo roto por el trinar, es testigo mudo de las miradas que exclaman, las manos que guardan, los abrazos que no se rompen...
Las arboledas...
En otoño sus colores surten los sentidos, reflejando en ellos los matices vitales, recordando al mismo tiempo, que tras el ocaso reverdecerá el tiempo de vivir, sin ocultar que fue, pero que nuevamente será.
Se amurallan en el frío invierno dejando caer sus hojas, guardando sus raíces, protegiendo los brotes de las turbadoras heladas, de las venidas, de las que quedan por venir.
Su adolescente sombra en primavera queda secuestrada por la fuerza explosiva de su nueva savia, otroras sabia, buscando que nadie pueda detenerla.
Y en verano, su sombra intentará que no todo quede en un día.
Son, inequívocamente, nutrientes del cuerpo... y también del alma.
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