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20 de mayo de 2014

¡NUNCA ES TARDE PARA APRENDER!

El tesón de una alumna de 90 años

  • Consuelo Baeza obtiene el certificado de aptitud de la Escuela de Adultos al aprender a leer y escribir
Los surcos de su cara delatan una vida azarosa. Consuelo Baeza Jiménez no tuvo tiempo de ir a la escuela cuando era niña. La procedencia humilde de su familia la obligó a trabajar en el campo desde muy pequeña. Hoy, cuando está a punto de cumplir 90 años, Consuelo no sólo ha podido cumplir un viejo sueño, sino que además se ha convertido en la alumna de más edad que jamás recuerdan los habitantes de la pequeña pedanía de San José de la Rábita, perteneciente al municipio de Alcalá la Real, en la sierra sur de Jaén.Consuelo se quedó viuda a los 56 años y desde entonces vive sola en su casa con una hermana menor, a la que cuida por estar enferma. Junto a la extensa exposición fotográfica de su familia (cinco hijos, 16 nietos y tres bisnietos) que preside el comedor de su casa, Consuelo muestra ahora con orgullo el cuadro que le produce más satisfacción personal.
Se trata del diploma expedido por la Escuela de Adultos de las Hermanitas de la Anunciación en el que se recalca que Consuelo Baeza "ha completado el curso de forma sobresaliente", por lo que se le concede el "premio especial al mérito" al haber aprendido a leer y escribir.
Uno de sus diez hermanos le enseñó a firmar, y ése era hasta hace poco su único bagaje cultural. "He ido muchas veces a Barcelona a ver a mis hijos, y al no saber leer era como llevar una venda", asegura Consuelo con tono de resignación. Ahora, sin embargo, ya puede mandar cartas a sus hijos, aunque admite con humor que aún no ha alcanzado la perfección ortográfica: "Yo les digo en las cartas: si faltan letras, las ponéis vosotros".
Lo cierto, en cualquier caso, es que en la pequeña aldea de San José de la Rábita -ubicada en un cruce de caminos a caballo de las provincias de Jaén, Córdoba y Granada- todos valoran el tesón y la fuerza de voluntad de esta mujer que, a pesar de su edad, conserva una lucidez mental fuera de lo normal. "Sor Carmen y otras dos monjas de la Escuela de Adultos fueron las que me animaron", indica Consuelo, que no tiene rubor alguno en enseñar su cartilla Anaya, su compañera inseparable de los últimos meses y donde realiza sus deberes. Cuando se le pregunta qué materia le entrañó más dificultades, responde sin titubeos: "La escribanía es lo que más trabajo me ha costado".
Ilusión
Consuelo contagia ilusión y ganas de vivir a todos sus vecinos. Que se lo digan si no a las monitoras que llegaron al pueblo a dar clases de gimnasia. Ni corta ni perezosa, Consuelo se ponía su chandal y seguía las indicaciones de las monitoras. "Me sirvió para quitarme el mal de la ciática", recuerda, mientras señala hacia el patio donde compartía los ejercicios con los más jóvenes.
El afán de superación de esta anciana le lleva incluso a mostrar su disposición a seguir acudiendo a la Escuela de Adultos. "Eso sí, mientras la vista me respete", subraya. Ahora, Consuelo podrá aprender geografía, matemáticas o la historia de España, de la que ella ha sido testigo directa durante este siglo que ya expira.
Aunque la memoria empieza a fallarle, no puede olvidar Consuelo los difíciles y terribles años de la guerra civil, donde su marido luchó en el frente nacional, o el esfuerzo que tuvo que hacer poco después, al quedarse viuda, para sacar adelante a sus cinco hijos. "Me hice valiente y, de forma honrada, trabajé para criar a mis hijos", añade.
De este modo, no era difícil ver a Consuelo con la azada en su pequeña huerta sembrando maiz o patatas, o acudiendo a la recolección de la aceituna. Y es que la economía de esta pequeña pedanía ha sido siempre de subsistencia en torno a la agricultura. De no ser así, Consuelo Baeza no podría seguir adelante con su pensión de poco más de 25.000 pesetas. "Aquí los vecinos son muy solidarios, y nos consideramos como una sola familia", destaca esta mujer, que está a punto de cocinar unas migas, uno de sus platos preferidos.
Por la tarde saldrá a pasear con los vecinos del pueblo, con quienes repasará sus últimos conocimientos adquiridos en la Escuela de Adultos. Por la noche, otra de sus pasiones: escuchar la radio. "Me sé los nombres de todos los ministros", asegura orgullosa del nivel de información que tiene.

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