EL
QUIJOTE
1.-
El Quijote y su relación con los libros de caballerías.
La obra que nos va a
ocupar se presenta, paradójicamente, como clave en la historia de
este género en nuestro país. Éste será el más leído en el siglo
XVI. En esta centuria atraviesa tres fases:
Fase
fundacional: la ocupa el Amadís
(1508), pues entre éste y el Mio
Çid hay
un hueco insalvable de textos conservados.
Entre
1510 y 1525 es el tiempo de la fase constituyente se consolida el
modelo de Martorell y se avanza en la hispanización. Se cristianiza
con las Sergas
de Espladián
(1510) donde el motor de la acción ya no es el amor sino los
motivos religiosos.
Entre
1526 y 1605 se da la llamada fase expansiva: el hibridismo es
absoluto, permeabilizándose a todos los géneros, especialmente el
pastoril y tomando incluso rasgos deformantes, como la burla y el
enredo gratuito como motor de la acción –especialmente el del
disfraz, que pasará al resto de novelas y a las comedias-. A partir
de 1605, Cervantes acentúa de modo extremo la hispanización y, con
los efectos paródicos del Quijote,
no hay nuevas creaciones pero sí una edición masiva que perdurará
hasta 1640. Del mismo modo ocurrió con la parodia que supuso La
Celestina de
la novela sentimental: ambos significan el inicio de la novela
moderna en cuanto superan el idealismo de la narrativa anterior:
Rojas y Cervantes demuestran que el mundo ideal de la ficción, ya
sea el del amor cortés o el de la caballería andante, son
irreconciliables con el mundo real; las consecuencias son parecidas:
tanto a Calisto como a Alonso Quijano la realidad les salta al paso:
lo real se impone al mundo ficticio de la literatura.
Los libros de caballerías parten del roman
francés. Su estructura externa era la de las sartas: yuxtaposición
de capítulos que no hacen evolucionar psicológicamente a los
personajes, de modo que algunas de ellas podrían ser perfectamente
prescindibles. Cervantes, como explicaremos, supera, especialmente en
la obra de 1615, esta estructura: todos los episodios son
imprescindibles para entender la evolución psicológica de Quijote y
Sancho.
Las
sartas de los romans
y de los libros de caballerías de los Siglos de Oro obedecían al
desarrollo de tres ejes temáticos, marcados por el Amadís
de Gaula (1508),
de Garci Gómez de Montalvo: el familiar, el amoroso y el político y
cortesano. El familiar tiene dos fases claves: el nacimiento, donde
se describen las virtudes en potencia del caballero, etapa que no
existe en el Quijote,
y la investidura, que paródicamente se hace en la venta.
Por
su parte, el amor es el motor de la acción: cuando falta éste la
aventura se interrumpe, el caballero pierde su categoría de guerrero
y padece la enfermedad del Hereos. Así, se retira a un ámbito
agreste, como hace Don Quijote en Sierra Morena y se siente tan
distinto que llega a cambiarse el nombre: del mismo modo que Amadís
de Gaula pasa a ser Beltenebros, Don Quijote viene a llamarse el
caballero de la Triste Figura. Martín de Riquer señala que la idea
de un caballero enamorado de una aldeana, como es Dulcinea, la tomó
Cervantes del Primaleón
y Polendos (1534),
donde aparece este tipo, aunque, como era previsible, idealizado por
el filtro de la novela pastoril.
En
cuanto al ámbito político, la genealogía del héroe había de ser
forzosamente nobiliaria y de ámbito cortesano. Don Quijote, hidalgo,
es situado por Cervantes en La Mancha. Esta zona era bien conocida
por el autor por su continuos viajes desde Madrid a Toledo, Ciudad
Real y Sevilla como proveedor del ejército. Esta región, confirma
Maravall, era una tierra más propia de rústicos que de guerreros o
de grandes familia nobiliarias, bien concreta y cercana, de modo que
Alonso Quijano vive en un medio opuesto al ámbito exótico de los
grandes caballeros de los libros que leía.
Cervantes aprovecha el itinerario de estos libros como esqueleto
estructural: permitía hacer evolucionar a su personaje al tiempo que
otorgaba la preceptiva variedad a la novela, que tan fundamental era
en otros géneros, como el de la novela picaresca o el de la
bizantina.
Por
lo demás, otros son los elementos de concomitancias de nuestra
novela con los libros de caballerías, así los personajes, reales y
mágicos, son de diversa índole:
El
caballero andante es un homo
viator:
se hace mediante el itinerario de aventuras por tierra, islas y mar,
y son las aventuras las que marcan su historia. Cervantes aprovecha
el itinerario de estos libros como esqueleto estructural: permitía
hacer evolucionar a su personaje al tiempo que otorgaba la
preceptiva variedad a la novela, que tan fundamental era en otros
géneros barrocos, como el de la novela picaresca o el de la
bizantina.
Los
antagonistas son el opuesto simétrico del héroe y le obstaculizan
sus anhelos. En un principio los de Don Quijote son fruto de su
imaginación (gigantes como molinos, corderos como caballeros,...)
pero es en la segunda parte donde aparece un opositor real, Sansón
Carrasco como el Caballero de la Blanca Luna, quien le ordena en
Barcelona, de acuerdo con su derecho de victoria, su definitiva
vuelta a casa.
Los
ayudantes, normalmente escuderos, acompañan al héroe y le ayudan
en sus objetivos, como Sancho Panza: si un tópico era que las
virtudes del señor son comunicables a sus vasallos, aquí ambos
personajes se influyen mutuamente en la segunda parte: Don Quijote
se vuelve más sensato, mientras que Sancho va tomando las dotes
imaginativas de su amo.
2.-
Génesis de la obra: la creación de la novela moderna.
2.1.-
El
Entremés de los romances y
El ingenioso hidalgo de La Mancha.
El
Menéndez Pidal y Millé descubrieron el que bautizaron como Entremés
de los romances,
anónimo de finales del XVI. En él se cuenta cómo Bartolo,
labrador, por leer muchos romances, se vuelve loco y se va de su casa
en busca de aventuras, volviendo a su hogar apaleado. Es evidente el
paralelismo de Bartolo con Alonso Quijano, éste, ahora, enloquece al
leer libros de caballerías y va a la procura de aventuras
caballerescas pero vuelve igualmente golpeado a su casa. Pudiera ser
que, como acuerda hoy la crítica, Cervantes conociera el Entremés
de los romances
y viera el potencial que albergaba como novela corta.
Esta
novela corta la conformaría la primera salida de Quijote y la
cerraría el regreso y el escrutinio de libros de caballerías que se
hace en su casa: Cervantes estaría habituado a la novela corta, y el
Quijote,
vendría a ser una más pues los seis primeros capítulos y parte del
séptimo tiene la estructura perfecta de ellas. Además, es evidente
que el principio del texto no estaría dividido en capítulos, como
las novelas ejemplares; ello se ve de modo claro en cómo están
ligadas sintácticamente las oraciones finales de un capítulo con
las iniciales del siguiente: así, el capítulo III acaba
y sin pedirle la costa de la posada, le dejó ir a la buen hora
y comienza el IV La
del alba sería;
y finaliza el V: con
el cual se vino a casa Don Quijote;
iniciándose el VI: El
cual todavía dormía.
El final de esta probable novela previa estaría en el capítulo VII,
donde se concluye con una sentenciosa frase, colofón de un a
verdadera novela ejemplar: Aquella
noche quemó el ama cuantos libros había en el corral y en toda la
casa, y tales debieron de arder que merecían guardarse en perpetuos
archivos; mas no lo permitió su suerte y la pereza del escrutiñador,
y así, se cumplió el refrán en ellos de que pagan justos por
pecadores.
De
hecho, el Quijote de la primera salida es un personaje mucho más
cercano a la farsa de lo que será inmediatamente después; empezando
porque no dialoga, al faltarle Sancho, personaje que Cervantes crea
en la segunda salida, cuando ya el autor proyecta una novela larga.
Últimamente,
Rey Hazas y Sevilla Arroyo, llegan a afirmar que incluso esta novela
llegó a publicarse, pues en una carta del 14 de agosto de 1604
escribe Lope de Vega: De
poetas no digo: buen siglo es éste. Muchos están en cierne para el
año que viene, pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio
que alabe a Don
Quijote.
En La
Pícara Justina,
de Francisco López de Úbeda y publicada también en 1604, ya se
tiene como héroe famoso a Don Quijote:
Soy la reinde Picardí-
/ Más que
la rudconoci- /
Más
famosa que doña Oli- /
Que Don Quijoy Lazari- /
Que
Alfarachy Celesti-.
La existencia de una novela previa, ya no como proyecto, sino real,
explicaría la razón por la que en el privilegio y en la tasa del
Quijote
de 1605, fechados en septiembre y diciembre de 1604, se repite tres
veces un título diferente al definitivo, no El
ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha,
sino El
ingenioso hidalgo de La Mancha,
posible denominación de la novela corta de 1604.
Por
lo demás, la invención de un historiador arábigo, Cide Hamete
Benengeli, cuya obra traduce Cervantes, lo explica Wardropper desde
el punto en que en esa época apareció la moda de los falsos
cronicones.
Éstos eran historias falsificadas, en las que se fingía traducir de
un autor arábigo, con el fin de exaltar una familia o un grupo, y en
general de España, como hizo, por ejemplo, un tal Miguel de Luna con
Historia
verdadera del rey Don Rodrigo, compuesta por Albucácim Tárif
(Granada, 1592).
3.-
El Quijote
de 1605: los tanteos hacia la novela larga.
A
partir de la segunda salida, Cervantes amplía la historia: el
personaje, ahora acompañado de Sancho, va ganando en trascendencia y
dejando de ser un personaje acartonado como el de la novela corta. La
primera actualización de Cervantes fue el de objetivar cómo el
protagonista confunde la realidad percibida con la de los libros de
caballerías, estructura que repite del capítulo VII al XXII: pronto
se dio cuenta el autor de lo mecánico que era este esquema
narrativo: error interpretativo de la realidad - enfrentamiento de
Don Quijote con ella - fracaso de la aventura.
De
este modo, inserta lo más característico del Quijote de 1605: todo
lo que sucede en torno a los capítulos XXII y XLV: ahora no se
prosigue el viaje y son dos novedosas aglutinaciones espaciales, la
de la venta y la de Sierra Morena, las que hacen que nuestros
personajes cedan la centralidad a otros y a sus historias, con el
objeto de dar variedad novelesca tras la monotonía en que podía
degenerar la fase anterior. De este modo se insertan los siguientes
relatos:
El
curioso impertinente:
es una novela ejemplar que lee el cura a los presentes.
La
historia del cautivo:
la cuenta el propio capitán en la venta siguiendo el subgénero
derivado de la novela morisca, que se imbrica con la historia del
oidor, que resulta ser hermano del capitán Pérez de Viedma y con
la novelita amorosa de Don Luis y Doña Clara.
Las
historias de Cardenio y Luscinda y de don Fernando y Dorotea.
Es ésta la de mayor importancia técnica: Cardenio, loco de amor
por despecho, cobarde e indeciso, inicia el relato, pero no lo
acaba; vuelve a retomarlo, pero tampoco lo concluye: hay que esperar
a Dorotea para que sea ésta quien lo acabe, de modo que tanto a los
lectores como a los protagonista se les desvela lo sucedido. Es ella
quien enlaza estas tramas con la central: pues Quijote la ve como
Micomicona, la princesa cuyo entuerto
debe desfacer,
enfrentándose al gigante Pandafilando, que le ha usurpado su reino.
De este modo, la dama no sólo interpola su historia en el devenir
de la vida quijotesca, sino que significa el máximo nivel de
integración posible.
Con
estas historias Cervantes es capaz de salvar magistralmente la
preceptiva variedad barroca manejando simultáneamente una treintena
de personajes que son una síntesis de la sociedad seiscentista
española: está presente la alta nobleza (don Fernado), la media
(Cardenio) y la de los hidalgos como Quijote; la burguesía agrícola
(Dorotea es una labradora rica) y representantes de la Administración
(el oidor), el Ejército (el capitán) la Iglesia (el cura) y
numerosos personajes del pueblo llano: arrieros, el ventero y su
familia,... La crítica coincide en señalar que Cervantes recoge
aquí su sociedad para mostrar su necia vacuidad, su inconsistencia y
la fatua superficialidad de sus intereses, aunque con distanciada
ironía, sin sarcasmo, como corresponde al humor cervantino, que
mezcla la compasión con una visión desengañada ya propia del
Barroco.
Por
fin, la novela de 1605 acaba con la vuelta de Quijote por medio de
los engaños del cura y el barbero. De este modo se demuestra que la
primera parte fue escrita sin un plan previo. Cervantes tantea las
posibilidades de la novela moderna: empieza por una novela corta,
continúa con una serie de aventuras que considera de estructura
reiterativa e introduce la variedad barroca de las novelas insertadas
para compensar.
4.-
La seguridad narrativa del Quijote
de 1615.
Cuando
Cervantes proyecta la segunda parte aparece el Quijote
de Avellaneda (1614),
representante éste de la escuela de Lope. Ya en el prólogo a la
novela de 1605, Cervantes arremetió contra ella, centrándose en su
continua apariencia de nobleza (Lope se inventó unos blasones que
Góngora criticó duramente); satirizó los elogios que personajes
ilustres hacían figurar en los preliminares y los alardes de falsa
erudición. Avellaneda lo acusa de ofender
a mí y a quien (...)
la nuestra
[nación]
debe tanto por haber entretenido
(...) tantos
años los teatros de España.
Cervantes recibe displicente las críticas, seguro de su obra, pero
habrá de rectificar el itinerario, evitando Zaragoza, como había
hecho el de Avellaneda y encauzando el camino hacia Barcelona.
En
la segunda parte Cervantes hace que los personajes valoren la de
1605: así de los olvidos y omisiones de Quijote (como el que se
hubiera pasado que Sancho perdiera su asno) dicen irónicamente que
el historiador se engañó, o ya sería descuido del impresor.
Incluso, reconoce los tanteos estructurales de la primera parte: No
ha sido sabio el autor de mi historia, sino algún ignorante
hablador, que, a tiento y sin algún discurso, se puso a escribirla.
De este modo se crea un proceso de rebeldía metaliteraria del
personaje contra su autor que habría de esperar a nuestro siglo para
ser entendido por autores como Unamuno y Pirandello. Aunque los
propios personajes prefieren verse en la novela de Cervantes a la de
Avellaneda.
Ahora
sí trazó Cervantes un plan previo: busca un antagonista real para
Don Quijote, Sansón Carrasco, bachiller paisano del héroe, que
intenta hacer volver definitivamente al protagonista, adoptando la
identidad del Caballero de los Espejos, del Bosque y de La Blanca
Luna. En un primer intento Quijote vence sorpresivamente a Sansón:
el resto de la historia es la búsqueda de venganza de éste, lo que
hace más verosímil la historia: sólo la derrota de Quijote a manos
de un caballero podía conseguir que el héroe regresara a a su casa
para siempre. Allí muere, recobrada la cordura, impidiendo una
posible continuación de la historia y ampliando la dimensión humana
de Alonso Quijano.
La
índole del héroe se va dignificando progresivamente: Ahora Quijote
no interpreta fantásticamente la realidad, sino que es más bien
engañado por ella: por el propio Sansón Carrasco, por los duques,
cuando lo acogen como a caballero en su palacio,...: los demás se
revelan más crueles que él loco. A su vez, se le ve más sereno,
mientras que Sancho se va quijotizando,
al punto de creerse gobernador de una ínsula por engaño de los
duques. Ambos personajes evolucionan psicológicamente por su
contacto con la realidad, que es la definición que de novela moderna
hace Luckács.
Por
otro lado, el propio Cervantes reconoce que en esta segunda parte no
quiso ingerir
novelas sueltas ni pegadizas, sino algunos episodios que lo
pareciesen, nacidos de los mismos sucesos que la verdad ofrece.
Historias como las bodas de Camacho son pasajes narrativos
presenciados y no referidos, más que novelas, que tienen lugar ante
los ojos de los protagonistas, y que, al final, intervienen en ellas
privándoles de autonomía narrativa respecto de la trama central. De
este modo la novela, sin perder el principio de variedad, ganaba en
cohesión y unidad frente a los tanteos de la primera parte.
Esta
decisión fue meditada; parece hoy muy probable que las Novelas
ejemplares fueran
pensadas para insertarlas en la segunda parte. Notó que la obra,
como decimos, perdería unidad con las novelas insertadas y que los
lectores, más interesados en el argumento principal, las dejaran
pasar sin reparar en su arte narrativo, de modo que lo mejor eras
publicarlas separadas del Quijote:
También
pensó, como él dice, que muchos, llevados de la atención que piden
las hazañas de don Quijote, no la darían a las novelas, y pasarían
por ellas, o con priesa, o con enfado, sin advertir la gala y
artificio que en sí contienen, el cual se mostrara bien al
descubierto cuando por sí solas, sin arrimarse a las locuras de don
Quijote ni a las sandeces de Sancho, salieran a la luz. De
este modo Cervantes
deja consolidada la novela moderna en
Occidente.